El reflejo de la Tierra

—¿Vas a terminarte ese batido o piensas dejarlo tirado por ahí como siempre? —dijo White mientras flotaba boca abajo con su mano derecha agarrada a una de las barras de la pared.

—¿No puedo dejarlo para la cena, mami? —respondió James imitando la voz de un niño y jugueteando con la pajita con válvula anti fugas.

White, que ni siquiera hizo gesto alguno, se impulsó con las piernas. Primero las flexionó, y seguidamente las estiró con rapidez, de forma parecida a como lo haría una rana en la charca. La inercia del movimiento lo hizo desplazarse horizontalmente por la galería de tubo. Un pasillo estrecho, forrado de material aislante y cableado, que unía los compartimentos de observación y de control biométrico de la Estación Espacial Internacional. Después de conseguir esquivar varios objetos que estaban flotando, entre ellos unos calcetines y una pelota antiestrés de color rosa, se aferró con ambas manos a la barra de sujeción que estaba dispuesta en la parte superior del túnel, y que le permitía acceder de forma cómoda a la sección superior; una apertura redonda idéntica al resto de galerías de la estación. Una leve contracción de sus antebrazos fue suficiente para auparle al compartimento de arriba que había sido acoplado en el año 2010. Aunque siempre le había resultado ridículo referirse a él como “el sector superior”, pues era sabido por toda la tripulación que en el espacio no existe ni arriba ni abajo. La disposición de las pantallas de lectura y equipos de análisis habían sido dispuestos para que se leyeran desde esa posición, quedando por tanto definido un falso “arriba y abajo”.

Asomó la cabeza y siguiéndola, el resto del cuerpo gracias al efecto de la cinética. No necesitó más de medio segundo para analizar toda la estancia, de apenas cinco metros cuadrados. Sentada en la silla de control de elementos estaba la doctora Jiménez, que, a diferencia de White, portaba el uniforme completo de la NASA, son su respectiva chaqueta y la bandera mexicana bordada en su brazo izquierdo.

—¿Algo nuevo Doc? —preguntó mientras toda su figura acababa de salir del túnel de acceso e iba tanteando con las manos otras sujeciones que le permitieran impulsarse hasta donde se encontraba ella.

—Siempre hay algo nuevo. A no ser que tengas todas las respuestas a las preguntas del cosmos—se mantenía de espaldas en su silla de mando tecleando en la consola, pero continuó hablando mientras giraba su cuerpo para mirar a su compañero—¿Cuándo demonios vas a dejar de ir sin camiseta? ¿Sabes algo de las radiaciones que nos atraviesan a cada milésima de segundo?

—¡Cielos chica! Hace un calor de perros—desvió la vista para observar el termómetro con pantalla digital LED que estaba humildemente pegado con una ventosa en el cristal lateral—Unos jodidos 36 grados. ¿Cuándo enviarán el nuevo módulo de refrigeración?

—Hoy no, desde luego. Llevo todo el día intentando contactar con Tierra y no responden…

White se acercó aún más hasta ponerse a su lado, muy cerca pues la estrechez de la habitación no permitía mantener las distancias.

—¿Cómo que no responden?

—Solo recibo recibo murmullos si sintonizo otros canales de radio. El principal está caído, así como las conexiones de Internet. —Jiménez toqueteaba los infinitos botones del panel con la intención de encontrar la solución.

—¿Has probado a utilizar los satélites meteorológicos como repetidor de señal? —en las gafas de él se reflejó el azul de la Tierra al agachar la cabeza para poder leer mejor los códigos de datos que iban apareciendo en el terminal de Jiménez.

—Sí, funcionan… Es decir, están operativos, pero no hay respuesta desde Houston ni desde ningún otro punto de todo el hemisferio.

En ese instante cuando White iba a acompañar los dedos de ella para teclear nuevos comandos, una luz amarilla iluminó ahora los vidrios de sus anteojos. En realidad, los puntos de emisión de aquella luz eran dos. Dos bolas ovaladas que ascendían desde la costa asiática rodeadas de un aura de fuego y dejando una cola que delataba el recorrido que habían seguido. Ascendieron de forma vertical, pero antes de alcanzar la estratosfera desviaron la trayectoria, inclinándose hacia su costado y dirigiéndose con la velocidad propia de un misil intercontinental hacia Europa.

No les dio tiempo ni siquiera de abrir la boca cuando otros dos misiles habían despegado, esta vez desde la costa de California y que se dirigían con la velocidad máxima de su combustión hacia China.

Las cuatro explosiones termonucleares fueron repeticiones consecutivas. La onda expansiva llegó, atravesando la atmósfera, hasta la Estación Espacial que se estremeció con un movimiento de desplazamiento hacia atrás. La energía liberada fue tan grande que el agitamiento de la nave hizo que ambos astronautas se golpeasen la cabeza con los cristales de observación, provocando en White una brecha en la frente que pronto empezó a emanar sangre.

El silencio solo era roto por los pitidos de alarma que indicaban severos daños en el sistema de drenaje de CO2 y por el lloro sordo de Jiménez, que seguía intentando la comunicación.

30 respuestas a “El reflejo de la Tierra

  1. Ostras!! Ha sido uno de tus relatos que mas me ha gustado sin duda, que pasada 😱
    Yo habia pensado hacer una especie de juego e inventarme un final para esas pequeñas escenas que dejas inconclusas segun como me lo imagino yo, pero creo que esta está perfecta tal y como la has dejado, inmejorable sin duda.
    Un beso muy fuerte

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    1. Oooh de verdad? Quería probar un poco con la ciencia ficción más «clásica» por llamarlo de alguna forma jaja.
      Pues realmente no suelo acabar la historia porque me gusta que sean los lectores los que se la imaginen. Quizás estamos mal acostumbrados a que nos den toda la historia hecha 😉
      Sinceramente, muchísimas gracias por tu comentario y tú apoyo! Seguiré mejorando poco a poco
      Un abrazo muy fuerte Carla!

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  2. Muy bueno, me ha gustado mucho… aunque al mismo tiempo me ha provocado algo de inquietud :/ pero bien como dices, esperemos que solo se quede en ciencia ficción, que así si me gusta jaja.

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